1ª vuelta al mundo [Día 7] Rapa Nui (Isla de Pascua)
Aeropuerto de Santiago
Hoy por fin vuelas a Rapa Nui. Tras los trámites de facturación en el aeropuerto, llega el momento de subir a bordo del avión de LAN Airlines… ¡precioso! Desde que puse los pies en la rampa, ya se me saltaban las lágrimas. Pensé en lo feliz que sería ver mi sueño hecho realidad, y mordí fuerte ese momento. Todo el mundo dice “me gustaría ir algún día”, pero al final hay tanta gente que se inventa todo tipo de razones por las que no puede ir y no pasa a la acción. Yo quiero aprovechar la vida para hacer justo lo que me apetece.
La distancia entre el aeropuerto de Santiago y Rapa Nui es de 3.745 km, un vuelo de cinco horas y 20 minutos.
Llegué al aeropuerto Mataveli de Rapa Nui a altas horas de la noche, sobre las 0:30-1:00am creo. En cuanto aterricé en el aeropuerto, hubo aplausos a bordo. Yo mismo lloré con los aplausos. Después de todo, Rapa Nui es un lugar especial.
Aeropuerto Internacional Mataveri de Isla de Pascua
Como estás en clase Business, bajas primero por la rampa. En el momento en que pones un pie fuera, hay un olor indescriptiblemente dulce. Es un aroma que envuelve toda Rapa Nui. Incluso ahora, mientras escribo esto, lloro al recordar ese aroma.
Hay una taquilla justo antes de salir de la rampa y entrar en el edificio. Esto se debe a que todo Rapa Nui es un parque nacional y se necesita esta entrada para acceder a los moai y las ruinas. Sólo cuesta 80 dólares en efectivo. Si no se compra la entrada aquí, hay lugares en la isla que las venden, pero no pudimos encontrarlos. Así que había un enorme atasco en este mostrador con gente bajando del avión. Tuvimos suerte de estar en clase business. Las siguientes fotos muestran los billetes del tercero y cuarto de mis cuatro viajes alrededor del mundo.
Luego estaba la recogida de equipajes, pero se suponía que el equipaje de la clase business salía primero, pero en Rapa Nui, independientemente de la prioridad, tuve que esperar bastante. No me disgusta este desorden. Aunque era plena noche, el posadero había venido a recogerme y a darme un ramo de flores. Apenas había farolas y la oscuridad era total. Me invadieron sentimientos encontrados de libertad y soledad, por haber llegado a una pequeña isla en el fin del mundo, y miré sin comprender el exterior desde el coche de camino a la posada.
La posada es un hotel de una sola planta a unos cinco minutos en coche del aeropuerto. Después de registrarme y salir de la habitación, no había ningún moai a la vista, sólo una serie de tenues farolas naranjas en una amplia carretera. Dormí profundamente, con el corazón acelerado por la excursión a la isla que empezaba mañana.